Por Miguel Carreño Bahena
Quiero hablar del presidente que siendo hombre casado y padre de familia, antepuso el amor por su patria al de su esposa e hijos.
Muchísimos libros se han escrito acerca de Benito Juárez, el benemérito de las Américas… unos lo critican, otros lo alaban, algunos únicamente lo analizan sin expresar una opinión propia y muchos escritores solamente se atreven a narrar los hechos que en el concepto de sus razonamientos, pudieron ser de la manera como ellos lo plasman en sus libros.
Sin embargo, lo importante de todas estas obras y sus repercusiones intelectuales no es ni tanto los diferentes autores, ni tanto el sujeto, es decir Benito Juárez en torno a quien giran las obras. Sino la plataforma desde la cual, los autores narran los acontecimientos que les ocupan. Y ya narrando los hechos desde ese estrado histórico en que su vida se ubica, respiran los aires de ese tiempo, es decir… del tiempo en que vivió Juárez, ayudando al lector a familiarizarse con esos aires que ellos respiraron, con todo y sus aromas y pestilencias, con todo y sus espíritus y costumbres y al expirarlos, impregnan al lector con el mismo sentir y la misma emoción que flotaban en el México de aquella época.
Algunos escritores ni siquiera tratan de influir, ni aflora en o de la lectura de sus libros, el intento de crear convicciones, o de manera subliminal, exaltar o caldear los ánimos de quien lee sus narraciones.
Pero debido a que los autores escribieron respecto de un hombre que fue un gran estadista. Un magnifico presidente. Un liberal inquebrantable y un guerrero valiente e indomable que vio a su patria como si México fuera un templo sagrado, cuyo guarda templo era él mismo y al que resguardaba defendiéndolo con la pluma de legislador en una mano y la espada de la guerra y la justicia en la otra mano. La lectura de esos libros nos hacen ser testigos de un dialogo entre el hombre indio y el Dios de los ejércitos… Redentor de los humildes y desposeídos.
El leer esos libros nos hace testigos de una plegaria en la que se solicita el auxilio divino, un llamado angustioso al Creador del Universo en el que un pueblo desesperado clama por justicia. Y la reclama directamente al Creador, a aquel de quien la iglesia católica, la más grande opresora de aquellos días, decía ser su administradora, su representante y su portavoz.
Y es así que el Creador mismo, oyendo ese reclamo angustioso, le manda un caudillo al pueblo mexicano, -de la misma manera que a los hebreos les mando a Moisés, su sacerdote allá en el desierto- y este caudillo es indio y de lo mas humilde, pero este sacerdote de la justicia divina y del pensamiento liberal, con el poder de su predicación viene y convoca los espíritus y los Ángeles de la justicia, de la unidad nacional, del derecho, de la libertad, de la educación laica, de la dignidad nacional, y también de la guerra por la paz y de la muerte por la vida.
Los espíritus que viven en estos libros pues, son los que hacen especiales todas las obras que se han escrito acerca de Benito Juárez, el presidente que más ha amado a México, Y cuando el lector escudriña estos libros, los espíritus de estas obras salen y le poseen, le poseen de una forma que me es imposible discernir si es diabólica o sagrada, pero lo que si estoy seguro es que poseen al lector, atormentándole con el dolor y la angustia que experimentaba el pueblo mexicano… Un pueblo despreciado, violado y abusado por sus gobernantes, un pueblo que en el nombre de Dios todo lo creía y todo lo sufría, pero que a su vez era robado y engañado por la iglesia católica. Un pueblo que era rico en sus litorales y en el subsuelo, sin embargo sufría inmensurablemente al ser desposeído de sus recursos naturales. Un pueblo que siempre ha sido buen anfitrión con sus huéspedes y visitantes extranjeros, pero que estaba horriblemente hipotecado con el mismo extranjero al que le abría los brazos, con deudas que llegan hasta la cuarta generación… Esos espíritus atormentan al lector sincero e inteligente con las imágenes de un México cargado de impuestos, sumido en la miseria, cuyos habitantes viven acorralados por el hambre y el temor, presos de la inseguridad causada por las bandas de maleantes y por la indiferencia y la arrogancia de los agentes que resguardan la ley y el orden.
El problema es que los espíritus que moran en los libros que hablan de Don Benito Juárez son eternos, y no nos dicen si la época de la que nos hacen concientes es la época en que vivió Juárez, o la época actual en que vivimos hoy… Pues es de todos conocido que durante la invasión española al imperio azteca, al pueblo mexica, la iglesia llegó y a los mexicanos les quitó sus nombres, su lengua, sus dioses, sus sacerdotes y sus templos o teocalis… Y a base de latigazos, con la espada en una mano y la cruz en la otra mano les impuso su fe.
Pero El creador del Universo, oyendo el clamor de este pueblo moribundo envió al presidente Juárez… quien quitó a la iglesia, le impuso su ley, se impuso él como ídolo nacional, le dijo a los europeos que México se puede gobernar a si mismo, y dejó una guía de gobierno para que los futuros presidentes pudieran gobernar y conducirse con honor y justicia ante la patria de Juárez.
Hoy para los que leemos los libros que hablan del Presidente Juárez, las condiciones de vida aun siguen siendo las mismas.
Hay mucha ignorancia, fanatismo religioso, promiscuidad, pobreza, mucho alcohol y pocas medicinas…
Antes era una iglesia y varias ordenes monásticas, ahora es un pueblo con varias religiones fanáticas, antes eran la agricultura y la industria de la cochinilla, ahora es la narco-cultura y la industria esclavizadora de las maquiladoras.
Antes se celebraban a los santos religiosos todo el año, ahora religiosamente se celebra por celebrar… Celebrando hasta el día del taco.
Antes era en misa donde a la gente se le decía como debían de vivir. Ahora es la televisión, la radio y el gobierno federal los que se han unido a la iglesia católica para seguir manejando al pueblo.
En realidad lo que los espíritus que moran en los libros que hablan de Juárez nos pueden enseñar claramente, es que el indio de aquel pueblito llamado Guelatao, aquel Zapoteca que no se rindió ante los poderosos ejércitos de Francia. El que no claudicó ante la traición y las conspiraciones de sus propios conciudadanos, al que no le tembló la voz para ordenar el fusilamiento del emperador de Austria, Ese Presidente Oaxaqueño que aparte de hablar su lengua indígena, aprendió el ingles, francés, latín y español, también hablaba el lenguaje del honor y de la rectitud, el idioma de la virtud, de la justicia, del derecho y la igualdad. Así pues, ese hombre que hablaba todos estos idiomas y al que sus hermanos reconocieron como un masón, logró con su vida hacer un solo y único cambio en México.
…Lo único que cambio fue la iglesia… Las condiciones siguen siendo las mismas… Y el pueblo…
…El pueblo sigue siendo el mismo.
Miguel Carreño Bahena
Gr. Sec. de la Muy Respetable
Gr. Log de Edo. “Baja California”
México
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Se le agradece al Respetable Gran Secretario de la Muy Respetable Gran Logia de Estado baja California por la amabilidad.