Estimado Carlos,
Lamento tener que contestarte lo que no escribiste. Pudiste bien decirmelo personalmente, pues estamos a una pulgada de distancia. De todas maneras, comprendo los espasmos de tu espíritu. Creo que en el fondo ni siquiera quisiste decirme lo que escribiste. Tu carta es una desprolija justificación ante tus seguidores, si es que aún los tienes. No me extraña la exageración de tus frases y la mendacidad que oculta. ¿Falsedades?, ¿traiciones?, ¿injurias?; ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?. Firmaste una carta apresurada, llena de insultos y vulgaridades.
Quisiste transferirme tus infantiles desencuentros con la C.M.I. cuyo arbitraje aceptaste y ahora que el fallo te salió adverso, la conviertes en enemiga de la Masonería Universal. En un pronostico de quinielas, pretendes hacerme responsable del fracaso del proceso de unificación que siempre entendiste como una película de dibujos animados. Lo que sí es cierto, es que no fui yo el responsable del cisma. La división fue gestada en despachos pestilentes y eras tu el funcionario del Tribunal de Justicia Electoral que legitimó con tu influencia el asalto patotero al Templo de Boggiani. Atropello que hemos callado en pos de la Unidad pero no Olvidado en honor a la memoria de la Masonería Paraguaya, de cuyo cisma sí te hago como uno de los responsables, por lo que tu escolar vaticinio cae en saco roto.
Nunca me he movido en la Orden por edictos profanos, sí por los principios. Entre la legalidad y la legitimidad siempre he optado por esta última y no tengo vergüenza de mirarle a mis HH:. en la cara.
Mi estimado Carlos, hubiera preferido mantener esto en la madura discreción de una conversación de amigos, pero lamentablemente te dejaste capturar por la necesidad de la justificación. Tu inamistosa carta no es más que el reflejo de la abreviada cultura y el averiado resentimiento de los mediocres. Me hubiera gustado que recurras a frases de Descartes o de Baruch Spinoza y no al criollo Martin Fierro.
Finalmente, no necesito de la bijouterie de los cargos transitorios, antes bien, de la lealtad de y a mis hermanos y que Tú adrede la has profanado.
Espero que no seas el Herostrato de la Masonería Paraguaya que por querer pasar a la historia, incendió el Templo de Diana.
Sinceramente,
Euclides Acevedo